Reflexiones de barra (XIX)

A veces los posibles temas de “reflexiones…” se agolpan en muy poco tiempo. Estas semanas he tenido problemas para decidir cuál de todos ellos tocaba exponer este mes, y como me gusta más un charco que a un niño con zapatos nuevos, hablaré de los aprendices, mal llamados “Becarios” (en hostelería son practicantes si van enviados por alguna escuela) y peor llamados “Stagiers”, quizás “trainee”.

Jordi Cruz, creyendo que todo el mundo conoce los entresijos de una cocina con una o varias estrellas michelín, se lanzó al vacío sin protección, a partir de ahí en la cultura de los 140 caracteres, todo lo que no se pueda explicar en un titular está demostrado que se gira contra el que hace tal afirmación.

Los que conocen algo del funcionamiento de la alta restauración saben -sabemos-, que el trabajo no solo en cocina, sino también en sala y bar, es muy sacrificado, hasta niveles que en algunos sectores profesionales (normalmente los que más críticos han sido) no se pueden imaginar, y eso es solo posible gracias quizás, a la mentalización de lo que nos espera en el mercado laboral y a la consciencia de que, si queremos llegar a unos objetivos altos, el coste puede serlo también.

Por ello no todo el mundo vale para ir 6 meses a una cocina a aprender, estresado, con las disputas de cualquier servicio que se ven aumentadas porque no se admiten fallos. El cliente exige perfección y tanto la sala como la cocina, deben ofrecerlo.

Desde mi experiencia como maitre de un catering que pertenece a un estrella michelín, puedo imaginarme el estrés al que se somete una cocina de este tipo en un servicio cualquiera…y admiro a los que sabiendo eso quieren aprender de los mejores sacrificando parte de su vida, tanto profesional como personalmente.

reflexiones de barra

Pero también entiendo que si quieres ser el mejor, si quieres optar a una carrera profesional que no te condene a trabajar encerrado en una cocina haciendo lo que no te gusta durante buena parte de tu vida, cobrando una miseria “según convenio”, una formación a lo bestia, un aprendizaje en una cocina que te abre las puertas a casi cualquier hotel o restaurante, un master acelerado que fuera de esa cocina valdría miles de euros (muchos más de los que cobrarás “según convenio”), en definitiva una experiencia de vida que te establezca metas, retos y objetivos más altos, tiene que ser una opción viable.

No quiero defender a (si ocurre) practicantes que salen de la escuela de hostelería y se encuentran una tensión no calculada, y que de repente, en vez del horario que le marca su auditor, se encuentra pelando patatas 5 horas al día más 5 de servicio bajo los gritos del jefe de partida.

Eso debe ser denunciable, pero bien, el que va sabiendo lo que se va a encontrar (lo he visto en cocineros y barmans, todos sabían donde se metían, con el tiempo te reconocen que el esfuerzo mereció la pena y que lo volverían a realizar) ¿por qué tiene que verse en entredicho?¿por qué el propietario del restaurante está bajo sospecha?¿dos personas adultas no pueden establecer un acuerdo profesional y de aprendizaje si saben las condiciones que van a tener?

En el bar no es tan frecuente la figura del que va a aprender de los mejores, muchos se van a otros países a intentarlo y con buenos resultados, muchos de los que tenéis a bien leer reflexiones estoy seguro que, de poder hacerlo, haríais algún “stage” (ahí sí) en algunos de los más reconocidos bares, a fin de poder crecer profesionalmente.

Una de las mayores quejas de nuestra profesión es el intrusismo, gente que cree que nuestra profesión la puede hacer cualquiera, amparado por un empresario que ofreciendo “según convenio”, que básicamente es un sueldo normalito, tirando a bajo, prefiere tener alguien que no piense y luzca palmito en vez de un profesional.

No voy a decir que esa sea la única forma de conseguir objetivos profesionales, pero sí que es una tan válida como otras.

Maridando responsabilidad

Texto_ Jacobo Peña Conversa

Hay varios equívocos frecuentes que aparecen al formar a los profesionales de la hostelería en métodos para el servicio responsable de bebidas con alcohol. El principal de ellos o al menos el que primero aparece es la sospecha de estar intentando convertir la labor del servicio en la de policías o en la de familiares preocupados por los clientes. En definitiva, que el servicio responsable consistiera en vigilar y hasta castigar su consumo de alcohol. En absoluto. Lo que pedimos al profesional que se sitúa tras una barra es que facilite a la clientela tomar por sí misma decisiones responsables.

En realidad, la promoción del consumo responsable se apoya en una metodología que no es muy diferente de lo que ya realiza la hostelería día a día. Nadie en esta industria obliga a sus clientes a venir un día determinado,elegir un plato o solicitar un servicio pero sí se crean las condiciones del negocio, las promociones y la atención que facilitan que tomen esas decisiones, mejorando su experiencia. De la misma manera, quienes formamos en servicio responsable enseñamos a usar las mismas herramientas de un buen bartender para facilitar un consumo responsable, que a la vez fidelice al cliente.

Son muchas la técnicas de servicio, promoción y gestión del negocio que pueden maridar bien con la promoción de la responsabilidad. A lo largo de futuros artículos intentaremos dar muestra de un buen abanico de ellos, pero queremos servir en este un primer y más obvio ejemplo, el maridaje.

Asociado íntimamente al disfrute de los sabores el maridaje es una herramienta que podemos fomentar en la construcción de esa intersección en la que el hecho científico coincide con la construcción cultural.

Consumo responsable Jacobo Peña

Porque, ¿cómo hace un mejor efecto el alcohol, si atendemos a nuestra biología? Sabemos que debemos alternar bebidas alcohólicas con no alcohólicas para reducir la deshidratación. Sabemos que con comida en el estómago la absorción del alcohol es más lenta y por tanto menor el nivel de alcoholemia. Sabemos que, por el mismo motivo, el disfrute de la copa es mal compañero de la velocidad: conviene ingerir despacio el producto, con tragos cortos que permitan saborearlo.

¿Y qué aporta precisamente el maridaje? Por un lado, hidratación. Apreciar el matrimonio entre una bebida con alcohol y un alimento requiere de un paladar fresco, limpio para distinguir los distintos sabores y apreciar los cambios entre plato y plato a lo largo de una degustación, razón por la que se recomienda tomar agua entre plato y plato.

Ni qué decir tiene que sumar a un whisky un postre elaborado con frutos secos, sugerir la combinación de tal brandy con tal queso de Mahón o saber qué botánicos añadir a un gin tonic para realzar los sabores del marisco animará a los clientes a no dejar que la bebida caiga en estómago vacío.Finalmente, como sabemos, la misma experiencia de maridar impulsa a tratar la experiencia con la bebida con mimo, con cuidado, saboreando, en definitiva, haciendo pasar el licor de forma más pausada.

Añadiré para el ejemplo del maridaje una llamada al trabajo en equipo y la planificación. Entre las experiencias de promoción de responsabilidad más interesantes que hemos visto, podemos poner el ejemplo de aquella en la que personal de sala, cocina y panadería se pusieron de acuerdo para crear cócteles, tapas y panes que combinasen bien entre sí y ofrecerlos dentro de una promoción de consumo responsable, informando a los mismos clientes a los que se les proponía el maridaje de la conveniencia de beber alcohol con el estómago lleno. Disfrute y salud aunados en una sola experiencia.