Los menores y nuestra responsabilidad

Texto y fotografías_Jacobo Peña Conversa

Hablar de menores en el ámbito de la hostelería y el servicio de bebidas con contenido alcohólico siempre resulta complejo. 

Primero, por ser un terreno delicado en el que los bartender profesionales se sienten acusados de una falta no cometida: la gran mayoría de los menores de edad obtienen el alcohol por primera vez de sus propias familias y más adelante a través de amistades adultas o en tiendas que se lo permiten. La venta de alcohol a menores en locales de hostelería podemos decir a día de hoy que es muy pequeña. Parecería que el mundo de la coctelería es por tanto el último al que habría que mirar a la hora de intentar prevenir el consumo de alcohol en menores.

En segundo lugar, es frecuente asumir que los últimos responsables del consumo de alcohol de un menor son sus padres, quienes establecen normas y límites, como horarios de llegada, dinero disponible, etc. Puede que las familias sean los principales responsables y quienes primero han de iniciar una conversación con los menores pero no son los únicos.

Consumo responsable

Pongamos el caso de una familia celebrando un cumpleaños en un restaurante. En un momento dado piden, al terminar la comida, unos cócteles. Evidentemente, si ofrecemos y servimos bebidas con alcohol a los menores, sabemos que somos responsables. Pero, ¿y si es a petición expresa de sus tutores legales? La ley no nos ampara tampoco aquí. Al servir al menor, o incluso si servimos a un adulto sabiendo que la copa la va a beber un menor, nos hacemos co-responsables del hecho ilegal, que es que el menor beba.

¿Qué alternativa tenemos? Imaginemos que en un local cualquiera un adulto cualquiera pide un combinado con una ginebra de una marca de la que en ese momento no se dispone. Un profesional del servicio nunca se limitará a responderle “no”. De inmediato acudirá a su repertorio profesional para ofrecer una alternativa, una ginebra de calidades y cualidades similares de la que sí disponga o le propondrá un cambio que pueda resultarle agradable.

De la misma forma, en el ejemplo anterior del restaurante teníamos una serie de clientes a los que no se les podía servir una consumición (alcohol). En el mismo momento en que los clientes mencionen el deseo de pedir bebidas con alcohol, sea cerveza, vino, licores o cócteles, si sospechamos que podría pedirse alcohol para alguno de ellos, podemos adelantarnos a especificar que disponemos de coctelería, licores u otras alternativas sin alcohol. Recordemos que el papel de la hostelería en la prevención no es el mismo que el de la policía o el profesional sanitario. Siempre, en primer lugar, su papel es facilitar que los clientes tomen por sí mismos las decisiones correctas.

Consumo responsable

Por último, la hostelería, en especial los bartenders, y sobre todo los más jóvenes de ellos, son una figura de especial relevancia a la hora de transmitir estos valores. Pensemos en lo que buscan los menores que beben alcohol. Según los psicólogos Rocío Ramos Paul y Luis Torres cardona, en la guía de actuación “Menores Ni Una Gota” (www.menoresniunagota.es), los menores beben alcohol por asociarlo a pertenencia al grupo, a individualidad, a diversión y a la emoción del riesgo. Los cuatro son valores que transmite a menudo la hostelería y la actuación de un buen bartender: sensación de pertenencia a un local de calidad, individualidad en la elección de la bebida, diversión y la emoción de no saber qué sorpresas te depara la salida. Si desde la hostelería se asocian estos valores a la responsabilidad, más aún, si los hacemos dependientes de ella, esa figura del bartender especialista, actualizado, de calidad, proactivo y con habilidades de comunicación que cada vez vemos con más frecuencia y que es especialmente atractiva para la población joven, tendría una fuerza enorme a la hora de transmitir habilidades y motivos para prevenir el consumo de alcohol en menores y promover un consumo responsable, especialmente en los jóvenes adultos.

Sin prisas

Texto_ Jacobo Peña Conversa -Fotografías_ Kendell Geers, James Palinsad y Anderson Mancini

La responsabilidad social de la hostelería, expresada en cuestiones como la preocupación por el buen uso de los productos y las instalaciones; las ayudas al cliente para autorregularse; la oferta de productos más saludables, compatibles con ciertas enfermedades o alergias y la información sobre las cualidades de cada producto o promociones animando a comportamientos responsables no son, desde luego, novedades.

Pero existe una tendencia, no solo de la hostelería sino de cualquier profesión que incida directamente sobre la conducta de otras personas, a la adopción de ideas nuevas antes que ideas ya trabajadas, sea porque la novedad se haya puesto de moda o por adelantarse a la competencia. Entendemos que la novedad es un valor apreciado por los clientes y lo usamos como tal.

Sin embargo, haciendo esto corremos el riesgo de acabar diseñando una oferta que, si bien esté dirigida a fomentar la responsabilidad, paradójicamente no tenga ningún efecto sobre ella o incluso un efecto negativo. Hay un ejemplo clásico de promoción que, dirigida a proporcionar un servicio a los clientes para ejercer la responsabilidad puede tener un efecto contrario. Me refiero a proporcionar a los clientes la posibilidad de hacerse un test de alcoholemia en el propio local de ocio antes de conducir. Dependiendo de cómo se haga puede acabar provocando problemas.

Una máquina instalada para el test, desatendida por el personal, tiende a derivar en competiciones para ver quién “puntúa” más alto en el alcoholímetro. En cambio, ofrecer a través del personal alcoholímetros desechables de un solo uso que marcan el positivo pero no su grado, tienen un mejor resultado.

Las promociones destinadas a provocar un impacto emocional en los clientes son otro ejemplo. Funcionan bien para llamar la atención sobre un problema pero no siempre en el sentido positivo, llegando a generar hostilidad si se les culpabiliza o indiferencia si el tema se usa de forma demasiado frívola. La psicología ha demostrado que un ataque demasiado fuerte a las opiniones de una persona más bien las refuerza, por lo que a la hora de aconsejar a alguien sobre los peligros de beber y conducir o del abuso en el consumo deberemos hacerlo apelando también, e incluso primero, a su inteligencia. Un último ejemplo para animaros a pensar con cuidado pros y contras de una promoción responsable. Por ejemplo, a la hora de difundir o apoyar la figura del conductor alternativo debemos preguntarnos, la forma concreta en que queremos hacerlo, ¿incita al consumo abusivo de quienes no van a conducir? En la Fundación Alcohol y Sociedad nos planteamos esto precisamente con nuestro programa de conductor alternativo “NocTurnos” y realizamos una investigación para descartarlo.

Precisamente gracias a que la responsabilidad ya tiene un recorrido, un profesional de hostelería inteligente puede fijarse en lo ya realizado, en los resultados cosechados y/o en los estudios realizados por la propia industria de bebidas (http://www.disfrutadeunconsumoresponsable.com), la de la hostelería (http://www.servicioresponsable.org/) y las ONGs (http://www.controlaclub.org). De esta manera, trabajaréis más deprisa al no invertir tiempo en los errores que los “paracaidistas” que os precedimos ya conocemos y os
adelantaréis no solo en el tiempo sino en la eficacia. ¡Consultadnos, que estaremos encantados de ayudaros!

Maridando responsabilidad

Texto_ Jacobo Peña Conversa

Hay varios equívocos frecuentes que aparecen al formar a los profesionales de la hostelería en métodos para el servicio responsable de bebidas con alcohol. El principal de ellos o al menos el que primero aparece es la sospecha de estar intentando convertir la labor del servicio en la de policías o en la de familiares preocupados por los clientes. En definitiva, que el servicio responsable consistiera en vigilar y hasta castigar su consumo de alcohol. En absoluto. Lo que pedimos al profesional que se sitúa tras una barra es que facilite a la clientela tomar por sí misma decisiones responsables.

En realidad, la promoción del consumo responsable se apoya en una metodología que no es muy diferente de lo que ya realiza la hostelería día a día. Nadie en esta industria obliga a sus clientes a venir un día determinado,elegir un plato o solicitar un servicio pero sí se crean las condiciones del negocio, las promociones y la atención que facilitan que tomen esas decisiones, mejorando su experiencia. De la misma manera, quienes formamos en servicio responsable enseñamos a usar las mismas herramientas de un buen bartender para facilitar un consumo responsable, que a la vez fidelice al cliente.

Son muchas la técnicas de servicio, promoción y gestión del negocio que pueden maridar bien con la promoción de la responsabilidad. A lo largo de futuros artículos intentaremos dar muestra de un buen abanico de ellos, pero queremos servir en este un primer y más obvio ejemplo, el maridaje.

Asociado íntimamente al disfrute de los sabores el maridaje es una herramienta que podemos fomentar en la construcción de esa intersección en la que el hecho científico coincide con la construcción cultural.

Consumo responsable Jacobo Peña

Porque, ¿cómo hace un mejor efecto el alcohol, si atendemos a nuestra biología? Sabemos que debemos alternar bebidas alcohólicas con no alcohólicas para reducir la deshidratación. Sabemos que con comida en el estómago la absorción del alcohol es más lenta y por tanto menor el nivel de alcoholemia. Sabemos que, por el mismo motivo, el disfrute de la copa es mal compañero de la velocidad: conviene ingerir despacio el producto, con tragos cortos que permitan saborearlo.

¿Y qué aporta precisamente el maridaje? Por un lado, hidratación. Apreciar el matrimonio entre una bebida con alcohol y un alimento requiere de un paladar fresco, limpio para distinguir los distintos sabores y apreciar los cambios entre plato y plato a lo largo de una degustación, razón por la que se recomienda tomar agua entre plato y plato.

Ni qué decir tiene que sumar a un whisky un postre elaborado con frutos secos, sugerir la combinación de tal brandy con tal queso de Mahón o saber qué botánicos añadir a un gin tonic para realzar los sabores del marisco animará a los clientes a no dejar que la bebida caiga en estómago vacío.Finalmente, como sabemos, la misma experiencia de maridar impulsa a tratar la experiencia con la bebida con mimo, con cuidado, saboreando, en definitiva, haciendo pasar el licor de forma más pausada.

Añadiré para el ejemplo del maridaje una llamada al trabajo en equipo y la planificación. Entre las experiencias de promoción de responsabilidad más interesantes que hemos visto, podemos poner el ejemplo de aquella en la que personal de sala, cocina y panadería se pusieron de acuerdo para crear cócteles, tapas y panes que combinasen bien entre sí y ofrecerlos dentro de una promoción de consumo responsable, informando a los mismos clientes a los que se les proponía el maridaje de la conveniencia de beber alcohol con el estómago lleno. Disfrute y salud aunados en una sola experiencia.

¿Cuánto alcohol es demasiado?

Texto_ Jacobo Peña Conversa – Fotografías_Robert Mathews

 El mes pasado comentaba con mi amigo y director comercial de Drinksmotion, Diego Arnold, una serie de recomendaciones sobre consumo de alcohol publicadas online y que resumían las posiciones sobre límites de consumo del Ministerio de Salud británico, el Colegio Real de Médicos y el Comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes. Estas recomendaciones se podrían resumir en no superar las 21 o 14 unidades de alcohol a la semana (dependiendo de si se era hombre o mujer), dejar 2-3 días a la semana sin beber y tener en cuenta no solo la cantidad, sino la frecuencia.

Conviene aquí hacer la aclaración previa de que una unidad de bebida equivale a una bebida de entre 8 y 13 gramos de alcohol aproximadamente, pudiendo resumirlo en 10 gramos de alcohol. En este sentido, merece la pena saber también que una copa de vino suele equivaler a 10 gramos de alcohol, un tercio (30 cl) de cerveza suele equivaler a 13 gramos de alcohol y que un combinado de whisky puede equivaler a unos 15 gramos de alcohol, por poner tres ejemplos sencillos.

En mi opinión, los límites recomendados en dicha publicación son, en realidad, muy similares a los recomendados habitualmente y que parten de informaciones de la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, lo más habitual es no recomendar cantidades semanales, sino dividir tal recomendación entre los días de la semana. Así, sería más correcto recomendar para hombres un máximo de 3 unidades (o 30 gramos de alcohol puro, por ser más exactos) al día y para mujeres un máximo de 20 unidades al día. Si añadimos el consejo de dos días a la semana sin beber, tenemos en realidad un total de 15 y 10 unidades a la semana.

Esta diferencia es interesante, pues hay numerosas voces críticas que desde la ciencia señalan que 21 y 14 seguirían siendo cantidades excesivas y se corre el riesgo, al hablar de cantidades semanales de que alguien se sienta “autorizado” a consumir 14 o 21 unidades el sábado, mientras no beba el resto de la semana, cosa que es, a todas luces, consumo abusivo. Este tipo de consumo, por cierto, se suele incluir en las estadísticas a partir del consumo de 5 o más unidades en el mismo día.

Consumo responsable y sostenibilidad

Quizá sí exista un problema cuando hablamos de recomendaciones de consumo en utilizar las palabras “límites” y “recomendación”. Si bien son términos didácticos y divulgativos, pareciera al usarlos que estuviéramos hablando de un riesgo cero por debajo de tales límites o que estuviésemos recomendando un consumo cero de alcohol. La realidad, por supuesto, es más compleja. De hecho, en los talleres que realizamos para formar a profesionales y estudiantes de hostelería en servicio responsable recalcamos siempre varios conceptos básicos cuando hablamos de los límites de riesgo. Primero, preferimos usar la expresión niveles de riesgo y aclarar tanto que a partir de ese punto el riesgo es sensiblemente mayor como que no estamos recomendando beber esas cantidades, sino no superarlas. Segundo, recalcamos siempre la necesidad de tener en cuenta la frecuencia (cuanto más a menudo peor), la intensidad (cuanto más alcohol de golpe en el mismo día peor) y otros factores como la velocidad a la que se bebe (a más deprisa peor) o la comida en el estómago (beber con el estómago vacío es peor).

Hay ahora mismo un debate sanitario sobre si es posible hablar de un límite de riesgo con respecto al alcohol, cuando las pruebas científicas apuntan a que posiblemente no exista un riesgo cero. Sin embargo, el riesgo tampoco es cero en otros productos (como aceite, azúcar o grasas saturadas) y la recomendación no suele ser cero, salvo en caso de enfermedad (colesterol alto, diabetes, etc). Así, también en el alcohol, la recomendación más actual para el consumo de estos productos suele ser “cuanto menos mejor”, habida cuenta de que es tan correcto afirmar que el riesgo cero no existe como que no conocemos la cantidad exacta a partir de la cual comienza el mismo.

En ese sentido el debate seguirá abierto sobre qué nivel de riesgo es asumible como el que corremos al hacer deporte al sol (por el equilibrio entre salud y riesgo de cáncer de la luz solar), comer verdura braseada (por los benzenos) o cualquier otra actividad que consideramos normal. Las personas necesitamos en definitiva que los profesionales científicos y sanitarios nos proporcionen información veraz que nos permita orientar nuestro consumo y conocer los riesgos que asumimos.

Y la hostelería también, para poder adaptar su oferta a las necesidades y deseos de salud de los clientes, ofreciendo alternativas (sin alcohol, bajas en alcohol, oferta de comida, promociones unidas a ritmos de consumo más saludables) de la misma manera que se hace con respecto a las alergias alimentarias o las opciones vegetarianas y veganas.