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Texto_ Jacobo Peña Conversa -Fotografías_ Kendell Geers, James Palinsad y Anderson Mancini

La responsabilidad social de la hostelería, expresada en cuestiones como la preocupación por el buen uso de los productos y las instalaciones; las ayudas al cliente para autorregularse; la oferta de productos más saludables, compatibles con ciertas enfermedades o alergias y la información sobre las cualidades de cada producto o promociones animando a comportamientos responsables no son, desde luego, novedades.

Pero existe una tendencia, no solo de la hostelería sino de cualquier profesión que incida directamente sobre la conducta de otras personas, a la adopción de ideas nuevas antes que ideas ya trabajadas, sea porque la novedad se haya puesto de moda o por adelantarse a la competencia. Entendemos que la novedad es un valor apreciado por los clientes y lo usamos como tal.

Sin embargo, haciendo esto corremos el riesgo de acabar diseñando una oferta que, si bien esté dirigida a fomentar la responsabilidad, paradójicamente no tenga ningún efecto sobre ella o incluso un efecto negativo. Hay un ejemplo clásico de promoción que, dirigida a proporcionar un servicio a los clientes para ejercer la responsabilidad puede tener un efecto contrario. Me refiero a proporcionar a los clientes la posibilidad de hacerse un test de alcoholemia en el propio local de ocio antes de conducir. Dependiendo de cómo se haga puede acabar provocando problemas.

Una máquina instalada para el test, desatendida por el personal, tiende a derivar en competiciones para ver quién “puntúa” más alto en el alcoholímetro. En cambio, ofrecer a través del personal alcoholímetros desechables de un solo uso que marcan el positivo pero no su grado, tienen un mejor resultado.

Las promociones destinadas a provocar un impacto emocional en los clientes son otro ejemplo. Funcionan bien para llamar la atención sobre un problema pero no siempre en el sentido positivo, llegando a generar hostilidad si se les culpabiliza o indiferencia si el tema se usa de forma demasiado frívola. La psicología ha demostrado que un ataque demasiado fuerte a las opiniones de una persona más bien las refuerza, por lo que a la hora de aconsejar a alguien sobre los peligros de beber y conducir o del abuso en el consumo deberemos hacerlo apelando también, e incluso primero, a su inteligencia. Un último ejemplo para animaros a pensar con cuidado pros y contras de una promoción responsable. Por ejemplo, a la hora de difundir o apoyar la figura del conductor alternativo debemos preguntarnos, la forma concreta en que queremos hacerlo, ¿incita al consumo abusivo de quienes no van a conducir? En la Fundación Alcohol y Sociedad nos planteamos esto precisamente con nuestro programa de conductor alternativo “NocTurnos” y realizamos una investigación para descartarlo.

Precisamente gracias a que la responsabilidad ya tiene un recorrido, un profesional de hostelería inteligente puede fijarse en lo ya realizado, en los resultados cosechados y/o en los estudios realizados por la propia industria de bebidas (http://www.disfrutadeunconsumoresponsable.com), la de la hostelería (http://www.servicioresponsable.org/) y las ONGs (http://www.controlaclub.org). De esta manera, trabajaréis más deprisa al no invertir tiempo en los errores que los “paracaidistas” que os precedimos ya conocemos y os
adelantaréis no solo en el tiempo sino en la eficacia. ¡Consultadnos, que estaremos encantados de ayudaros!

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