Texto_Alfred Cortés
El otro día tuve un pequeño accidente con mi viejo Volkswagen alemán. No fue nada muy serio: un Toyota japonés me envistió por detrás. Sólo me golpeé con el respaldo del asiento en la cabeza tras el retroceso del choque. No tuve ni que ir al médico.
Pensaba que no habría tenido más consecuencias, hasta que llegue a casa y saludé al portero del edificio, lo hice en japonés. Creo que él se lo tomó a broma…Tras entrar en casa, intenté hablar en mi idioma, pero no podía, solo hablaba japonés. Siempre me pareció que era un idioma muy difícil y ahora resulta que hablaba un japonés fluido.
Lo malo de la nueva situación es que había olvidado mi lengua natal. Puse la televisión, pero no podía entender nada. Tampoco podía leer el periódico, me resultaba un idioma desconocido. Busqué por casa si tenía algo escrito en japonés y se me ocurrió que, quizás, algún libro de instrucciones vendría en ese idioma. Encontré el manual de una vieja radio Sanyo y sí, podía leer el japonés. Esos símbolos que tan extraños me parecían, ahora eran totalmente comprensibles.
Con el lío del coche no pude ir a hacer la compra y no tenía cena en casa. Se había hecho tarde para acercarme al supermercado. Tendría que ir a cenar fuera, pero cómo me haría entender… Entonces pensé en el restaurante japonés que hay tres calles al este de la mía.
No había demasiada gente. Al acercarse el camarero le dije en un perfecto japonés que quería una mesa para cenar, sólo para uno. Me miró con cara de no entender nada de lo que decía y se fue a buscar a una mujer que estaba de pie, al fondo del restaurante. Volví a repetir lo que dije al camarero, pero parecía que seguían sin entenderme. Era extraño, los dos parecen japoneses, será que mi japonés no era lo bueno que yo creía ¿o es que hablo un dialecto de alguna región remota de Japón?
La mujer pareció entender lo que sucedía y se fue a buscar un pequeño libro con una bandera de Corea del Sur en la portada. Ya estaba claro cuál era el problema, no eran japoneses sino coreanos. Siempre había pensado que eran de Japón, supongo que la mayoría de la gente del barrio también…
De todos modos, pudimos hacernos entender y finalmente pude sentarme a cenar. Siempre fui bastante aficionado al sushi en todas sus variedades, pero en esta ocasión me pareció más rico de lo habitual y claro, nunca lo había pronunciado tan bien: Maki, Uramaki, Niguiri, Sashimi… Me encantaba oírme como pronunciaba Sashimi… Pedí hasta tres bandejas solo por escucharme como se lo pedía al camarero.
Al día siguiente, la cosa continuaba igual. No sé por qué tenía la esperanza que al despertarme habría recuperado mi idioma. Sin poder leer, ver la televisión ni hablar con nadie, el sábado se me iba a hacer largo. Leí tres veces el manual de la Sanyo, también el de la licuadora estaba en japonés y el de la plancha.
Creo que el manual de la plancha en japonés es más detallado que la traducción en mi antigua lengua. Indica las temperaturas ideales para el lino, algodón, poliéster… Antes siempre ponía la plancha en modo M y ya está. Ahora seguro que todo me quedará mejor.
Recordé más tarde que en la filmoteca de la ciudad normalmente había ciclos de cine de otros países, quizás habría suerte. Volví a saludar al portero y esta vez ya me miró un poco raro. Me hizo el ademán de decirme algo, pero le hice un gesto de que tenía prisa.
Estaba de suerte, en una de las siete salas de la filmoteca proyectaban un ciclo de películas dirigidas por Akira Kurosawa, el gran director japonés ganador de muchísimos premios. Eran en versión original subtitulada, por lo que podría verlas sin problema. Hoy daban ‘Dersu Uzala’ y después ‘Kagemusha’, dos de sus grandes películas. La primera duraba 141 minutos y la segunda 180… tendría la tarde ocupada.
‘Dersu Uzala’ trataba de un capitán que se pierde en medio del bosque siberiano y se encuentra con un cazador nómada con quien entablará amistad. Lo que desconocía es que estaba rodada en ruso… por lo que no pude entender nada de nada, y claro está, tampoco los subtítulos. Aunque por la cara de algunos de los que estaban conmigo en la sala, parecía que tampoco la entendieron muy bien. Los paisajes eran muy bonitos, plena naturaleza, pero 141 minutos se me hicieron un poco largos.
La otra cinta, ‘Kagemusha’ sí era en japonés y estaba ambientado en el periodo Sengoku en el Japón medieval. Había muchas batallas y engaños. Aunque era más larga, se me hizo mucho más corta que la anterior. Lo mejor fue el ataque de Tokugawa y Oda Nobunaga en el territorio de los Takeda.
Al salir, me fui a tomar un コーヒー (café en japonés), creo que mañana iré a un centro de acupuntura…