Texto_Alfred Cortés
Esta mañana, estaba sentado en mi banco preferido del parque leyendo el periódico, cuando me he percatado que se acercaba un pato. Es la primera vez que lo veía, no creo que sea del barrio o quizás se ha trasladado recientemente.
La zona se está poniendo de moda, no hace mucho que estaba algo abando-nada, pero en los últimos años, se están rehabilitando edificios, abriendo tiendas y galerías de arte. Quizás es esto lo que ha atraído al pato a venir hasta aquí.
Realmente la presencia del pato me incomodaba. Normalmente a esta hora de la mañana en el parque nunca hay nadie, pasa algún que otro corredor pero por lo demás está muy tranquilo ¿Es posible que me esté este vigilando? ¿quizás está trabajando para alguna agencia gubernamental? o peor, ¿por algún país enemigo?
No he visto que lleve consigo nada de lo que acostumbran a llevar los espías. Ni micros, ni grabadora ni siquiera un cua-derno donde apuntar lo que crea sospechoso. Esto lo hacía aún más desconcertante. Debe ser su forma de pasar desapercibido, pero pasa tan desapercibido que resulta extraño. Yo si quisiera pasar desapercibido haría justamente lo que hace el pato. Es seguro que estaba pasando desapercibido a ex-proceso.
El maldito pato lo estaba consiguiendo. Uno de los jardineros del parque ha pa-sado muy cerca de él y ni se ha perca-tado de que estaba. Es un maestro del desapercibimiento.
Pasaba las páginas del periódico muy lentamente, no quería que me descubriera. Es posible que solo yo haya advertido de su presencia. Quién sabe lo que estaría dispuesto a hacer el pato para salvaguar-dar su anonimato.
De repente, tras unos arbustos, ha aparecido una oca llamando la atención al pato. Hace una hora salió a comprar el desayuno y aún no había vuelto. Creo le espera una bronca de su señora…