Rescatamos un artículo de nuestro bartender Juan Antonio García para Shaking the Present en el día de los enamorados.
REFLEXIONES DE BARRA
Por Juan Antonio García
Ahí estaba ella, la espera había merecido la pena, después de unos diez minutos aguardando en el mostrador (estos mostradores de los bares actuales poco tienen que ver con las barras clásicas) apareció. Diez minutos de espera que, si bien no se hicieron eternos, sirvieron para realizar un barrido visual por el local.
Llevaban varios días bombardeándonos con San Valentín, intentando fomentar unas veces el consumismo más visceral y otras dar ideas a aquellos enamorados y enamoradas que deciden pasar el 14 de Febrero como un día especial de celebración de su amor. Cada uno tiene, en este aspecto, sus propias ideas. A unos les gusta mucho y a otros no tanto, pero todos, en mayor o menor medida, aunque sea desde la indiferencia, acabamos colaborando para que esta tradición se mantenga en el tiempo.
Estaba en estas divagaciones mientras intentaba hacerme una idea del tipo de gente que compartía en esa noche un gusto como el mío en cuanto al lugar de celebración y que, por otra parte, conocían que este día de los enamorados se trataba de la conmemoración de la tortura y muerte de San Valentín a mano de los romanos. Ironías aparte. El Bar presentaba un aspecto adecuado para la ocasión. No se veían estridencias en cuanto a la decoración de San Valentín, pero sí que los parroquianos más habituales distinguían, perdón, distinguíamos, una mayor cantidad de velas y flores por todo el establecimiento, una decoración sutil y elegante, típica de este Cocktail Bar que destaca tanto por su cuidadoso trabajo en los cócteles más clásicos como por su coctelería fresca y de temporada.
El aspecto del bar esa noche no era el habitual, con un par de mesas vacías de las catorce que se repartían a lo largo de la planta rectangular. Todas ellas ocupadas por parejas, algunas se veían encendidas, disfrutando de la novedad de esas primeras citas entre curiosas y enigmáticas de aquellos que no saben si deben arriesgarse con un nuevo amante o seguir en búsqueda de su media naranja, otras, en cambio, no ocultaban el hastío que produce a veces la rutina y el día a día y que hacían que salir el día de San Valentín se convirtiera más en un suplicio que una alegría. Por último, en las dos esquinas más alejadas de la puerta y con menos luz, se podía entrever la picardía y el riesgo que supone el pasar una noche como esta con un compañero o compañera de cama diferente al habitual.
Mientras volvía mi cabeza reestructurando estas observaciones, apareció. No se había vestido especialmente para la ocasión a pesar de mi devoción casi religiosa por ella. No estaba diferente a como lo estaba ayer y yo sabía que tampoco lo estaría al día siguiente. A ella estas celebraciones mundanas no le afectaban. Quizás su perfume marcadamente cítrico (a ella le gustaba así) era un tanto diferente por el tipo de noche, pero eso no importaba, ahora era nuestro momento. En unos segundos, demasiados para mi espera, iba a notar su calor mientras se iba acercando a mis labios, acariciándolos, dotándolos de una suavidad extrema. En vano era el intento de disfrutar el momento, ella me invitaba a que ese beso no acabara nunca, como si quisiera demostrarme amor eterno.
Una vez pasada esa sensación maravillosa, ese cambio de temperatura en la boca, volvió a tratarme con la dureza de siempre, esa que extrañamente me gusta, esa que deja un gusto agresivo, personal y casi ofensivo pero que, a su vez, es el secreto de que me tenga a su merced.
Cuando me repuse pensé….¡¡Y hay gente que la toma con tónica!!
Feliz San Valentín.