Reflexiones de barra (IX)
Por Juan Antonio García para Shaking the Present
Era una noche cerrada de invierno, entre semana, poca gente a la vista aunque el ajetreo de clientes era constante, de esos días en los que el tiempo va pasando casi sin perturbar el funcionamiento del servicio.
Alan era considerado casi un filósofo en la profesión, ávido de recabar datos, historias, detalles, anécdotas y todo cuanto fuera información sobre el arte de las bebidas y sus mezclas. A él esta etiqueta no le agradaba demasiado, ya que pensaba que había muchos compañeros de profesión que tenían los mismos conocimientos. Quizás por esos principios gozaba del respeto de la mayoría de sus compañeros.
En esta noche «de lobos», como le gustaba apodar a Erick en ese tipo de noches, llegan a la barra una pareja de clientes, de traje elegante él, de vestido largo ella, parecía por el día y la hora, que habían ido a cenar en lo que parecía una de las primeras citas que tenían. Él en apariencia seguro no dejaba de mirar alrededor, ofrecía una cortés educación e intentaba, con gestos que en ocasiones demostraban su nerviosismo por no saber el resultado de tal velada. Ella se ofrecía al juego dejando que acompañante la colmara y llevase la voz cantante en la conversación, aunque vigilante de saber si la fachada que tenía en frente era sólo eso o, si de verdad, había encontrado a alguien con quien compartir algo más que una bonita cena y una copa en un lugar exclusivo.
—Buenas noches, un Black Russian y un Sex on the Beach, por favor.
—Ahora mismo, señor— Alan fue preparando la barra para servir las bebidas mientras Erick se disponía a elaborar los cócteles recién pedidos.
—Aquí tienen, espero que lo disfruten— Alan dejó los cócteles en la barra, el Black Russian elaborado con Vodka de 5 destilaciones, licor de café con base de grano de Jamaica y vainilla elaborado en la propia coctelería, servido en un vaso old fashioned con base hexagonal, de cuerpo redondo (un capricho de Erick), dos piedras de hielo, remataban la combinación. Por otro lado el Sex on the Beach estaba realizado con el mismo Vodka del Black Russian pero infusionado con limones que cultivaba Alan, un licor de Melocotón, también elaborado por los chicos, la receta finalizaba con zumo de naranja natural y zumo de Arándano, su decoración sencilla, un tirabuzón de espiral de cítricos y una esferificación de cereza al marraschino Luxardo.
Al lado de la pareja, cerca de la estación de trabajo había dos clientes que, según habían dicho, venían por recomendación de un tercero, «compañeros de profesión» se apresuraron a apuntar nada más sentarse en dos de los más de veinte taburetes que adornaban la barra negra iluminada convenientemente a fin de acompañar la iluminación global de la coctelería.
—Niño, te has olvidado de la cola para el Black Russian— Le espetó a Erick uno de ellos, alzando la voz como el que se da cuenta de algo que ha pasado inadvertido para los demás, cómo si la bebida que se acababa de servir era una herejía a los principios básicos de la coctelería, como si Erick hubiera cometido un error indigno de un establecimiento de la categoría que se le presuponía a ese.
Erick que era joven y, aunque impetuoso se limitó a mirar a Alan que, como Head Bartender era el responsable del servicio y debía ser él quien actuara en este tipo de situaciones.-» Disculpen señores pero nuestro Black Russian lo servimos así, si desean uno y le quieren añadir, quitar o sustituir ingredientes pueden pedir uno a su gusto, por ello siempre les recomendamos que lean las recetas en la carta de bebida y, si lo desean, modifiquen el cóctel a su gusto».
Horas después, en el bar donde solían ir a veces Alan y Erick para relajarse y que alguna vez alguien les sirva las bebidas a ellos, Erick no pudo más y le comentó a Alan que hubiera esperado que éste les hiciera ver a los «compañeros» el error en el que estaban con respecto a la receta. Alan sin embargo miró su copa, un whisky escocés sin hielo, para pasar mejor el frío que había calado en el paseo hasta el bar en el que se encontraban, después se giró hacia la barra donde el Barman de uniforme blanco y chaleco negro, preparaba un cuba libre clásico y como si de una confidencia familiar se tratara, como si recordara las palabras de una conversación mantenida hace tiempo pero que se mantiene en el subconsciente preparada para surgir en el momento que la ocasión así lo requiriese dijo:
—Para enseñar algo, sólo necesitas a alguien que quiera aprenderlo.
—Ya pero nos han hecho quedar como si no supiéramos hacer nuestro trabajo y son ellos los que estaban equivocados—Respondió rotundo Erick mientras jugueteaba nervioso con el posavasos, no le gustaba que dudaran de su profesionalidad y menos en su terreno y sin razón.
—¿Viste cómo se fue la pareja que había pedido la bebida? — preguntó Alan a Erick mientras apuraba su whisky. —Antes de irse me han dado la enhorabuena y ella me ha dado las gracias comentando que el bar sería muy especial porque ha sido donde se han dado el primer beso, y los clientes se han ido pensando en que han demostrado que saben de la profesión al menos igual que cualquier barman sin traicionar nuestra filosofía, nosotros no sólo preparamos bebidas, el secreto de nuestro trabajo es hacer que cada uno encuentre lo que necesite en nuestra barra y no necesariamente en la bebida.