A lomo de mula un alfarero abandona el Valle de Pisco al sur del Perú. Está convencido en hacer un buen negocio con su mercancía. Sujeto a la espalda de su animal lleva vasijas, jarrones, platos y cerámicas que piensa vender en el mercadillo de la ciudad. El paso de la mula se ralentiza debido a dos grandes tinajas de barro que cuelgan de cada lado, están llenas de aguardiente.
Después de algunas horas por el camino de trocha el alfarero siente el cansancio, se detiene y bebe un poco de agua, pero no le es suficiente, necesita algo que le sostenga en pie, que le aguante las piernas para el largo trecho que aún le queda de camino. Introduce un cucharón de barro en una de las tinajas y bebe del aguardiente, fuerte, sabroso… Piensa en las uvas verdes de los campos. Él las vio crecer y las vio convertirse en aguardiente, Cada sorbo genera imágenes en su mente: el sol empapando el valle con su cálido bochorno; las vid creciendo sanas; el rio Pisco descendiendo de las nieves de Los Andes inundando de vida todo el valle; el cielo celeste; las nubes blancas y el olor de la tierra fértil. Camina solo y piensa en muchas cosas: piensa en sus antepasados; Los Paracas; la gran cultura; hábiles en textilería y hábiles también en cerámica. Fueron ellos quienes dieron forma a las tinajas de barro que hoy transporta su mula llenas de aguardiente y fueron ellos también quienes bautizaron estas tinajas con el nombre de Pishkos, como homenaje a las aves de la zona llamadas Pishkos, lo cual significa “ave” en lengua Quechua. El alfarero recuerda su último viaje al mercadillo de la ciudad y recuerda que vendió también algo del aguardiente. La mayoría de la gente aún no lo conoce, él lo ofrecería y lo daría a conocer. Es sano, es fuerte, alivia el frío y el dolor y además embriaga. Tendré éxito, pensó.
A principios del siglo XVII algunas cosas aún carecían de nombre así que alfarero le llamó Pisco al aguardiente debido a las tinajas y lo vendió caro, muy caro…
Hoy, en los bares de todas las ciudades del mundo, podemos sentarnos cómodamente y ordenar un “Pisco Sour” o un “Capitán” o un “Chilcano de Pisco” y si el bartender no sabe cómo prepararlo, podemos indicarle perfectamente cómo hacerlo, ya que somos bebedores de Pisco; ya que el camino que se abrió el aguardiente a los largo de más de 300 años nos atrapó de entrada; ya que nuestro paladar sabe apreciar la sutileza del destilado y nuestro olfato está entrenado en reconocer el aroma de las uvas. El Pisco es un producto mestizo que nació en plena colonización española, pero el origen de su nombre se remonta a mucho antes, cuando el mundo era muy diferente a lo que hoy conocemos.
Miguel Angel Bellido Fataccioli